Jan 30, 2012

Villa Alegre

Villa Alegre era un show que transmitía la TV venezolana en una época en la que teníamos que "conformarmos" con los 4 ó 5 canales de señal abierta disponibles. Villa Alegre era una especie de pueblo donde los mayores le hablaban a los niños en inglés, éstos les respondían en español y viceversa. Recuerdo que su formato era bastante más divertido que la mayoría de los programas educativos que hacían de baby sitter en las tardes lluviosas mientras las madres terminaban la cena. Y, aunque no puedo decir si me enseñó o no inglés, puedo asegurar que si las casas en EE.UU. tuvieran nombre, la mía se llamaría Villa Alegre.
En mi natural terquedad, nunca he entendido porqué madres que dominan perfectamente el español insisten en comunicarse con sus hijos, una vez mudadas a un país angloparlante, en un idioma que definitivamente las pone en desventaja.
Primero está el problema del "acento nativo". No importa cuántos cursos en gramática inglesa tengas: si no aprendiste a pronunciar la "z" en inglés antes de los 4 años, serán necesarias al menos dos reencarnaciones para lograrlo (en mi caso, tres). Si sé que nunca podría llamar por teléfono a un niño llamado "Zachary" ni me entienden cuando dicto "Grizzly Peak Boulevard", ¿Por qué debo insistir en hablarle a mis hijos como una copia devaluada de Sofía Vergara? (inserte tono envidioso aquí).
Además de evitarme humillaciones innecesarias ("mami, es "zzzziiibra, no ziiiiibra"),  el hablarle en español a mis hijos les da una ventaja sobre sus compañeros, muchos de ellos 100% monolingües, al entrenarlos a pensar en dos idiomas como nativos y, a medida que se hacen más grandes, a distinguir cuántas de las diferencias culturales se ven reflejadas en las sutilezas del lenguaje ; ¿Cómo entender la diferencia entre "ser" y "estar" con un solo verbo "to be"?
No puedo evitar reírme al oír a mis compañeras idiomáticas regañar a sus hijos en lo que yo llamo "español en inglés" delante de un público completamente hispanoparlante. ¿Que los niños se confunden si oyen dos idiomas? La cantidad de inmigrantes que dominan a la perfección más de una lengua demuestra lo contrario.
Yo insisto en transformar mi imposibilidad de adquirir un acento nativo en una oportunidad para que mis hijos (y algunos de sus pobres amiguitos) escuchen el español que me ayuda a escribir lo que quiero y al que defiendo ante los criminales de ortografía de todas las maneras posibles. Ellos, acostumbrados a expresarse socialmente en inglés, me oyen responderles en español e imagino que, en su mente, me ponen los subtítulos en inglés. Claro, ellos no habían nacido cuando pasaban Villa Alegre.

Jan 25, 2012

Orden e importancia

Si hiciera una lista de las cosas que son completamente diferentes para mí desde que me mudé de Caracas a Berkeley, necesitaría pedirle espacio a los servidores de Wikipedia. Diferentes no significa mejores ni peores, sólo eso: distintas.

En general, cuando uno viene de un país como Venezuela, donde el caos no sólo es aceptado sino que muchas veces celebrado, el choque cultural que representa el orden norteamericano es fuerte: si una cita es a las 9 no es a las 9:05 ni a las 9:30, es a las 9:00; el "como a las 9", aunque puede traducirse como "9 ish", no existe como concepto. ¿Será que el tiempo tiene más valor para ellos que para nosotros, o que preferimos trasladar el stress de las citas puntuales a otros asuntos?
Por otro lado, ese respeto ciego al orden los hace muy vulnerables a nuestros "manejos de objeciones": ante un "lo lamento, no hay citas hasta marzo de 2013" respondemos "¿seguro? ¿puede buscar en la agenda a ver si hay un huequito? Sí, espero mientras revisa" y, casi siempre, nuestro apremio de última hora resulta vencedor.

Ese orden férreo se traslada a todos los aspectos de la vida en Berkeley. Yo, acostumbrada a la eterna incertidumbre, me sobresalto ante la falta de sorpresas. Pero dicen que uno se acostumbra a todo y yo estoy entrenando para eso.
Mi último examen de equivalencia entre Ccs/Bk lo presenté este fin de semana: mi hijo mayor fue invitado al cumpleaños de uno de sus compañeros de clase. Familia berkeliana al 100%, padres encantadores, educadísimos, correctísimos y todos esos ísimos. Hijos maravillosos, inteligentes, educados, leídos (sí, leídos), probablemente no ven televisión y estoy segura de que se saben la Ley de Gravitación Universal con fórmula y todo.

Por supuesto, la celebración tenía una agenda: comenzó con un almuerzo donde todos los niños se sentaron, comieron y esperaron pacientemente, sin levantarse, hasta que cantaron cumpleaños. ¿Cómo hicieron para que mi Santiago, que no aguanta ni 2 minutos sin revolverse, soportara 40 minutos en la mesa? (Inserte cara envidiosa aquí). Además, los estoicos niños esperaron, sin pararse de sus sillas, hasta que les sirvieron su correspondiente pedazo de torta con helado. Debo reconocer que el pastel merecía la pena, pero cuando intenté hacer lo mismo en mi casa con un pedazo que me regalaron, no funcionó: me pregunto qué estoy haciendo mal.
Para mí, que no existe algo como "estás comiendo demasiada azúcar" la restricción de un solo pedazo de torta por niño me parece incomprensible, pero cuando ves las cifras de obesidad infantil a nivel mundial tiendes a darles la razón. Mis hijos, que no aceptan un "no" por respuesta (¿a quién habrán salido?), ya interiorizaron el "no seconds" y son felices así. Dios los libre de una piñata venezolana con torta, quesillo, profiteroles, gelatina, tequeños y mucha frescolita y uvita. 
Al finalizar el almuerzo, la agenda indicaba que se llevaría a cabo un juego. Yo, madre salvaje de hijos en estado de domesticación, esperaba una competencia de velocidad, destreza o una rifa con adivinanzas. Imaginen mi cara cuando vi al padre del cumpleañero entregar sendas hojas a los equipos donde tenían que descifrar una clave numérica para encontrar un tesoro. Agradeciendo infinitamente a Pérez Reverte, heroicamente me ofrecí a ayudar al equipo de mi hijo (no fueran a darse cuenta los demás papás que Santiago juega Mario Galaxy) y descubrí que los niños necesitan poca ayuda cuando hay un premio de por medio, sin importar qué difícil le parezca a los padres el reto que enfrentan.
Todo lo anterior se llevaba a cabo en un respetuoso tono de voz: Milagro! En mi casa no se habla en volumen moderado ni que se muera alguien: ¿Cómo hace esa familia para controlar el nivel de ruido de 12 niños de 7 años y sus padres? Debe ser el azúcar.
Al finalizar el evento, mi hijo seguía convertido en el perfecto niño berkeliano y yo en la mamá atónita recordando a las Esposas de Stepford, entre asustada y esperanzada.
No sé si para mi tristeza o felicidad, el efecto domesticador de la fiesta no duró mucho. El "Berkeley Santiago" se convirtió en "Mi Santiago" al cruzar la puerta de mi casa, con su volumen regular de voz y sus exigencias y yo, acostumbrada a pensar entre ruido concluí que en un país tan tecnificado como éste, es lógico que la gente vuelva a lo básico y redescubra el placer de descifrar códigos numéricos, crucigramas, etc. Al volver de la fiesta, busqué mis libros de criptogramas y recordé, orgullosamente, lo bien que se siente descifrarlos.
El proceso de "des tecnologización" es difícil para los niños. Pasar de un mundo donde todo sucede inmediatamente a otro que exige artesanía puede parecer un retroceso para ellos, pero la paciencia se cultiva y, si yo estoy aprendiendo a vivir en un mundo nuevo ellos podrán hasta construir el suyo.
Sí, ya me di cuenta: me desvié del tema.

Para concluir esta reflexión, después de tres años aquí sigo aprendiendo que el orden hace falta, las diferencias son buenas, que para los niños es tan fácil aprender como desaprender y que las ciudades perfectas dependen de la gente que las habita.

Eso sí, mis piñatas seguirán teniendo muchos dulces.











Jul 21, 2011

De géneros, genéricos y generales.

Hace unos días leía sobre los "nazis del idioma" y su movimiento de inquisición y presenciaba un desacuerdo entre lo que es correcto e incorrecto según el Santo Diccionario de la RAE y me di cuenta de que
detesto cordialmente a la RAE. Mi amor por el español y su gramática, basada en nuestro "desordenado" ser no puede admitir que este idioma sea normado por leyes draconianas. Reconozco que somos tan desorganizados que algunas reglas tenemos que respetar. Además, cada vez que alguien agrega una s al pasado de la segunda persona del singular siento que pierdo un año de vida. Pero hasta ahí.Los idiomas evolucionan todos los días y no podemos esperar que S.A.R. Doña Rae sea omnipresente o tenga oído biónico para contar con su venia para emplear correctamente una palabra recién acuñada. Igualmente, anglicismos, galicismos y demás itsmos tienen cada vez menos sentido en una sociedad globalizada: no necesito que Don Camilo José Cela o Don José María Pemán me autoricen, vía Ouija, el uso de "postear" o "forwardear".

Adicionalmente, he desarrollado una especial animadversión hacia los "Generales en Jefe" de la RAE: una cosa es la corrección gramatical y los horrorosos errores ortográficos: debe existir un mínimo respeto por la lengua que ya dejó de ser de Cervantes para convertirse en nuestra y otra, muy diferente, esgrimir las "Leyes de la Academia" para excluir, por ejemplo, la igualdad de género en nuestro idioma. Normas que en realidad son mucho menos férreas si consultas el DRAE que si eres víctima de un gendarme del español.
En mi opinión, utilizar a la Academia como excusa para no admitir el uso de un término en su género femenino, por considerarlo redundante, puede que sea correcto, mas no me parece justo. Este diccionario acepta "abogado" y "abogada", pero hay a quien le parece inútil su utilización conjunta.
¿Cómo olvidar a las mujeres, que ayudadas por muchos caballeros han luchado para que se reconozca que podemos hacer las mismas cosas, y hasta más, que los hombres? Entonces. ¿por qué tenemos que conformarnos con que las profesiones sólo se llamen por el género masculino? Sé que es ocioso, repetitivo, redundante, fastidioso y todos los osos los discursos que parecieran querer llenar espacios al decir "niños y niñas" y que "niños" los incluye a ambos. Pero la culpa es de nuestro idioma, que define géneros según la letra final. ¿Por qué no hay un "Damas" y "Caballeros" para cada cosa? (sí, sería medio ridículo y hasta poco económico).
Sin embargo, existen varios casos de palabras "unisex": como "Presidente", que en mi opinión es bastante neutra porque admite tanto "el" como "la" como artículos. Igual pasa con "Juez", "Policía", "Votante", "Pobladores", etc. En mi opinión decir Presidente y Presidenta resulta ocioso porque "presidente" (y todas esas palabras terminadas en "e") suena bastante neutro.
Personalmente, me alegro cuando dicen Abogados y Abogadas. Lo de ciudadanos y ciudadanas me tiene sin cuidado ya que la ciudananía es un derecho con el que nacemos sin importar el sexo.
Me llama la atención que en esta sociedad hispanoparlante tan machista nadie haya protestado porque la profesión "Publicista" termina en a y pudiera ser sólo del género femenino. No oímos a nadie presentando: -"estimados publicistos y publicistas", ¿No? Así me siento con respecto a "miembros y miembras".En inglés han resuelto el asunto de la igualdad de género de una manera muy inteligente: en lugar de usar como prefijo "man" o "woman", usan "person". Porque al final eso es lo que somos todos, ¿no? Personas. Sin embargo, son bien cuidadosos con los pronombres, dicen "he or she" (él o ella) y el plural, "them" (ellos) es completamente neutro. Pero no conozco mucho de su academia de la lengua. Debe ser porque no tienen: sabios, ¿no?

¿Conclusiones? No tengo. Si Ana María Matute, Arturo Pérez Reverte y Antonio Muñoz Molina no me dan permiso para usar redundancias ni neologismos, pues los obedeceré, siempre que me lo prohíban personalmente. Por lo demás, seguiré tratando al español como lo que es: una lengua viva que nunca dejará de evolucionar y cuyas reglas escribimos quienes la usamos todos los días. Y no: no soy filóloga ni lingüista (por si acaso se me fue un gazapo).

Jul 19, 2011

Hairspray. Vinotinto.

Aunque soy venezolana no sé mucho de telenovelas. Que mi padre sea español tampoco me hace especialista en fútbol. Por eso, al enterarme de las reacciones de los "comentaristas" -así, entre comillas- ante la no eliminación de la selección de fútbol venezolana -hay que estar claro en que no están asombrados porque Venezuela pasó a las semifinales sino porque no la eliminaron en la primera ronda- Vinieron a mi mente situaciones de varias de mis películas favoritas, entre ellas "Hairspray", del maravilloso John Waters. Esta obra maestra de Waters narra la historia de Tracy Turnblad, una adolescente algo pasada de peso, que quiere ganar un concurso de baile televisado durante los años 60.

En realidad, si vamos a cuentos de hadas, el equipo de Venezuela no es ni remotamente Cenicienta. Cenicienta nació en cuna de oro y su justo puesto en la sociedad le fue arrebatado por su malvada madrastra y las envidiosas, además de feas, hermanastras. Sin embargo, Cenicienta era bella y educada, sólo necesitaba un hada madrina que le presentara a su príncipe para triunfar (con detallitos como zapatillas de cristal para darle dramatismo, claro).

Ese nunca fue el caso de la Vinotinto.

Nuestra selección de fútbol siempre fue más, en mi opinión, esa niña impopular durante toda la primaria y parte de la secundaria. Algo torpe. Con maestros que no la ayudaban porque no habían descubierto que podía tener potencial. De un día para otro, se dieron cuenta de que era mucho mejor de lo que creían al principio y comenzaron a invitarla a fiestas organizadas por los más populares donde hasta bailaba toda la noche.
Hasta que, como en Hairspray, a la gordita impopular, que pasó años practicando, le tocó medirse con las chicas más bellas y exitosas, que nunca vieron a (Tracy) Venezuela como competencia real y, oh sorpresa, en el baile que las llevaría a la fama, hasta bailó mejor y ganó. Por supuesto, las triunfadoras de siempre se quejaron de la disminución de categoría del evento, pusieron a opinar a sus madres, expertas en belleza, danza y esas lides y prometieron afilar sus garras para las próximas justas (que sólo lo serían si volvían a reinar ellas, claro).
Pero, como le pasó a Tracy Turnblad, las victorias no le llegan a la selección por su cara bonita y, si se descuidan, pueden volver a quedarse olvidadas al fondo del salón.
Mientras tanto, disfrutemos de los triunfos tratando de mantener algo de humildad y mostrando nuestra mejor cara: la única que tenemos mientras a las eternas reinas de belleza el maquillaje se les corre de disgusto.

Feb 18, 2011

Tolerancia cero. Literalmente.

Detesto la "tolerancia". Me parece asumir una posición cómoda que no compromete tu actitud ante comportamientos o situaciones que, o no entiendes o no te da la gana de aceptar. Sí, sé que mi afirmación es bastante intolerante, pero decidí que no toleraré más nada: lo aceptaré.

"My Princess Boy" es el título del libro que tuve la suerte de conocer, por su autora, uno de esos días que mis hijos me arrastran a ver el "choo-choo" en la librería.

La escritora, mamá del protagonista, narra cómo a su hijo menor, en lugar de gustarle vestir ropa "de varón", prefiere los tutús, faldas vaporosas, bisutería y accesorios escarchados y de qué manera ella acepta a su hijo y busca que todos, seamos madres, padres, compañeros de colegio o de trabajo de alguien que no se comporta de la misma manera que nosotros, los aceptemos como son.

En una de las partes del libro, ella narra cómo uno de sus compañeros de clase, al verlo en vestido, le preguntó " ¿eso es una falda?", y él respondió "sí" y, en seguida, fueron a jugar a su cuarto. Para mí, aceptación no significa ignorar lo que pasa como si no existiera, sino reconocer que hay diferencias y que ser diferente no es ni malo ni un motivo de exclusión.

Cuando mi hijo mayor tenía 4 años, mientras esperaba para ser atendido en el pediatra, se le acercó a una muchacha que pesaba aproximadamente 200 kilos y le preguntó "¿Por qué tú eres tan gorda"? (por supuesto yo rezaba por un tsunami que me barriera de ahí). Ella, le sonrió y le dijo "porque me gusta mucho comer", y comenzaron a hablar, pintar y hacer más llevaderas las 2 horas de espera. Me di cuenta de que mi hijo no estaba emitiendo un juicio de valor al preguntarle por qué era así, sólo tenía curiosidad. Ser gordo o flaco, para él, no es ni bueno ni malo, sólo vio que la muchacha era distinta y pregunto: eso es aceptar, para mí. Tolerancia se llaman esas personas que ven lo que pasa de reojo. compadecen al "afectado" y hablan de su "desgracia" a su espalda, exaltando sus propias virtudes al creer que no decir nada lo hizo sentir mejor.

Fui criada para ignorar las diferencias. Podía ver a un señor con medio cerebro afuera y no emitir ni un mínimo comentario ni dejar que mi mirada traicionara mi extrañeza, eso era lo que, en mi época infantil, llamaban educación. Demostrar curiosidad ante las personas distintas estaba prohibido.

La generación de mi hijo la tiene más fácil y, a la vez, más difícil. Tienen que ser más sabios, no pueden sólo tolerar las diferencias, tienen que reconocerlas, aceptarlas y vivir con ellas. Por eso trato siempre de decirles: no quiero que toleres a nadie, eso no basta: acéptalos como son y aprecia todas las diferencias que hacen del mundo en que vives un lugar mágico y especial.

Jan 30, 2011

El verdadero post "Amansafollowers"

Últimamente se ha vuelto popular entre los "Social Media Experts" dar razones y fórmulas mágicas por las cuales tendrás más seguidores en Twitter, lo cual no puedo evitar que me recuerde a las portadas de Cosmopolitan prometiendo amores fáciles y eternos. Hasta leí que venden por e-bay cuentas según el número de seguidores ¿será por eso el auge del follounoporuno ése?

Sin embargo, esos inspirados posts "amansafollowers" me hicieron pensar en lo contrario: ¿por qué dejo de seguir, sin pensarlo, a alguien en Twitter, y éstas fueron las razones, totalmente personales.

-haces publicidad mala e invasiva (aconsejo consultar "Under the Radar").

-eres racista

-insultas mujeres (aunque no las conozca).

-haces comentarios homofóbicos

-sólo tuiteas feeds

-te crees periódico

-usas Twitter para hacerte publicidad (entiéndase buscar novio-a)

-tuiteas pornografía

-RTeas pornografía

-Dices lo mismo muchas veces (auto copy-paste)

-Autolisonja ("qué bello soy" "qué bueno soy en lo que hago" "soy millonario y uds. no")

-Copias tweets (míos o ajenos)

-Protagonizas una mala novela twittera, que incluye chismes, dimesydiretes y yonofuises.

-Te malpegas con algo o contra algo.

-Mandas spam por DM a estas alturas.

Sé que nadie debería dejar de escribir un tweet por miedo a perder seguidores, pero tu libertad de expresión termina donde comienza mi tl.

Aunque a veces tengo que limpiar mi lista de seguidos porque no me alcanza el tiempo ni tengo el span (¿o spam?) de atención necesario para leerlos a todos, siempre dejo abierta la posibilidad de seguirlos de nuevo, a menos que hayan cometido los "pecados" anteriores.

Oct 14, 2010

Léelo (antes de que te lean a ti).

Para detener la "acometida" de horrores ortográficos, aquí les dejo otra lista de dudas comunes:

Los verbos terminados en "zar", cuando llevan "e" en su conjugación la "z" se convierte en "c": rezar, recen. gozar, gocen.

Los diminutivos son con "c", no con "s": Café, cafecito. Carmen, Carmencita. Abusador, abusadorcito. Lazo, lacito.

A veces puedes usar "de qué". La regla es fácil: para saber si escribir qué o de qué, házte la pregunta. Por ejemplo, en "me di cuenta de que a Alicia le gustaba el chocolate", pregúntate "¿de qué me di cuenta?" (sería raro preguntarte ¿"qué me di cuenta"? ¿verdad?)

Porque y por qué. Por qué se usa cuando quieres saber algo. Porque cuando lo respondes. ¿Por qué no me llamaste? Porque no tenía tu teléfono.

Confieso se escribe con s. Confiezo no existe.

"Capaz" no es sinónimo de "a lo mejor" ni de "quizás". Utilizado así es, según los entendidos, un barbarismo. Para mí es una barbaridad.

No existen palabras como "comistes", "escribistes", "supistes", etc. Nada de eso lleva s al final. "vistes" lleva s cuando se refiere a "vestir", no a "ver": tú vistes una camisa de Selemar.

A la final es un barbarismo (barbaridad). Es "al final" (además es más corto). Sin embargo, leí que fue aceptado por la RAE.

Las palabras que terminan en z no llevan acento en la última sílaba: feliz, matiz, tapiz, etc. no llevan acento (ortográfico, o sea, tilde).

Casa, de casamiento y de hogar es con s. De "atrapar un animal" es con z: caza.

Osea no existe. Existe "ósea" (referido a los huesos). O sea que se dice "o sea". ¿me explico?

Finalmente, "sé", sé de saber lleva tilde, ésa está fácil: "no sé", "ya sé". Si escribes "no se quita", no lleva.

(este último párrafo es una contribución de David Castellanos)